Manejar un vehículo puede significar toda una experiencia tensionante. Cuando estamos al volante es casi una sensación compartida el fastidiarse por todo. Nos enojamos con un peatón que cruza, con otro conductor que prefiere dar un paseo relajado o con las luces del semáforo que duran pocos segundos en el permisivo verde. ¿Por qué no podemos relajarnos cuando conducimos según la psicología?
La psicología detrás del riesgo: ¿por qué algunas personas disfrutan poner en peligro su vida?Subirse a un auto puede ser una experiencia estresante para muchas personas. Existen muchas otras situaciones con las que aprendemos a lidiar con nuestros fastidios pero preferimos no esconder nuestro hastío cuando manejamos y los bocinazos, gritos y tensión son una rutina. De acuerdo con el profesor en psicología de la Universidad Green Bay de Wisconsin, Rayn Martin, existen cuatro razones que pueden explicar el por qué nos cuesta tanto relajarnos cuando manejamos.
Las razones por las que nos sentimos enojados todo el tiempo cuando conducimos
“Si fuéramos un genio de los deseos malvado y quisiéramos inventar una situación que por seguro haga enojar a las personas, probablemente se parecería al conducir”, bromea el especialista. Para resolver cuáles son los motivos de nuestro fastidio, Martin ha resuelto cuatro razones las cuales son la tensión, el bloqueo de objetivos, las reglas sin declarar y los delincuentes anónimos.
Tensión inevitable y bloqueo de objetivos
La primera razón que destaca Martin es la tensión. El estrés está ahí, constantemente, cada vez que manejamos ya que conducir es una actividad potencialmente peligrosa y nos pone nerviosos. Nuestro ritmo cardíaco aumenta y nuestros músculos se tensan, por lo que nos vemos propensos a sentir fastidio. Mientras que nuestro objetivo se bloquea cuando un peatón se cruza en el camino, un auto se interpone en nuestro viaje o cuando un semáforo se pone en rojo cuando intentamos llegar del punto “A” al “B”.
Reglas poco claras
Entre otras de las razones se encuentran las reglas sin declarar. Podría parecer que las calles son “tierra de nadie”, pero lo cierto es que muchas de las normas que creemos que rigen nuestro comportamiento no son compartidas por todos los conductores. Las reglas no escritas que no necesariamente son ley pueden ser motivo de nuestro enojo, como por ejemplo, la velocidad por la que transitamos las calles. Cuando alguien viola nuestras reglas personales no escritas, dice Martin, nos sentimos ofendidos por ese comportamiento.
"La mayoría de la gente no respeta los límites de velocidad, pero la velocidad a la que se conduce por encima de ellos es una de esas reglas no escritas", afirma."Si creemos que debemos conducir a cinco kilómetros más allá del límite de velocidad, y eso está bien, entonces la persona que conduce a esa velocidad se siente como un obstáculo para nosotros", destaca.
Delincuentes anónimos
Finalmente llega la parte de los delincuentes anónimos. Debido a que las otras personas no cumplen nuestras reglas, arremetemos con enojo, avanzamos y adelantamos fastidiados pero nadie puede vernos por que estamos aislados en nuestros propios vehículos, sin tratar cara a cara con los demás. A la misma vez somos más propensos a realizar críticas sin miramientos porque estamos escondidos en nuestras cápsulas. Esto hace que sea muy fácil para nosotros ponerle a otro conductor una etiqueta como "completo idiota", aunque muchas veces ni siquiera lo creamos realmente.